Sin Titulo
Era la única manera. Las cosas iban de mal en peor, ya no sentías nada ante
nadie.
Pero a pesar de tus continuas davilaciones, de tu ir y venir sin llegar
a parte alguna, ninguno de los que te rodeaban parecían darse cuenta.
Una espada sobre tu cabeza.
Y los antiguos paseos por el parque ya no te daban tranquilidad alguna.
Las velas hace tiempo se habían consumido, los baños de sales eran apenas
atisbos de relajación. Yoga era solo una palabra extraña.
Un puñal sobre tu pecho.
Y entonces lo supiste. De toda la filosofía oriental que
estudiaste, todas aquellas cosas son palabras largas y enredadas,
algo te quedó en la mente. Ying y yang. Blanco y negro.
Si existía el mal, también debía existir un bien.
Y si tu vida era oscura... ¿no habría luz tras la muerte?
Una pistola en tu sien.
Y tras el estrépito, el contacto gélido dió paso a la calidez de tu sangre.
Limpia y única. Pero todo lo que te rodeaba estaba exactamente igual.
La misma oscuridad y ese olor que solo tu sientes, nauseabundo entre las flores.
Tal vez debas esperar un poco más.
Y pasa el tiempo.
Un tiempo extraño, que no sientes pero sabes que allí está.
Entonces viene la idea a tu mente, lenta al principio, aterradora ahora.
Y es que ahora te das cuenta de que esto es todo. Esta es la muerte.
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